Escuchar: El riesgo de cambiar de opinión

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Investigar en perspectiva biográfica implica atender al fenómeno de la escucha en toda su amplitud. Mariflor Aguilar (2004) subraya el hecho de que la escucha se suele entender como algo ya dado; se supone que para escuchar no se requiere habilidad ni aprendizaje ni cierta destreza, como si se tratara de un don natural; se le considera como supuesta en el diálogo, en las teorías del discurso, en las teorías de la acción comunicativa. Ni siquiera se considera pertinente preguntar qué significa escuchar.

  1. Hacia una escucha ni arrogante ni servil.

La filósofa Mariflor Aguilar señala el estudio de Carlos Lenkersdorf: «Los hombres verdaderos»  en el que analiza la estructura sintáctica del tojolabal en comparación con la del castellano y de las lenguas indoeuropeas en general. En su estudio Lenkensdorf da cuenta del hecho lingüístico que se presenta en el tojolabal de que las frases tienen dos sujetos agenciales en vez de uno solo como tienen las lenguas indoeuropeas; es decir, en tojolabal son dos los sujetos que ejecutan la acción de dos verbos que se corresponden, de tal manera que es imposible afirmar «yo les dije», pues la estructura de la frase equivalente incluye otro sujeto que es quien escucha, en tal forma que se diría «Yo les dije. Ustedes escucharon». Lenkensdorf subraya el hecho de que cuando en castellano se dice algo a alguien hay solamente un sujeto agente, solamente el que habla es el sujeto de la acción mientras que el que escucha mantiene una posición pasiva, subordinada. La hipótesis de Lenkersdorf es que en tanto que la lengua no está apartada de la manera en que vemos el mundo, las diferencias sintácticas corresponden a diferentes cosmovisiones, lo que en este caso significaría que nuestra cosmovisión tiene la estructura sujeto-objeto y no la de sujeto-sujeto como en las lenguas dialógicas y que por tanto el rol prioritario es de los actos de habla mientras que el papel subordinado, el papel de objeto, lo ocupa por lo general el papel del escucha.

En el logos en el que nos movemos, tenemos una racionalidad deficiente que habita una ceguera desde la cual toda forma de escucha se sitúa en alguno de los lugares tradicionales de escucha, el arrogante o el servil. El arrogante que es el de la obtención del saber y el servil que es el de la obediencia. Hay que recordar que el verbo obedecer viene del latín oboedire que significa escuchar u oír. En el modo arrogante, el que escucha cumple la función de gobernar la conducta del que habla. En el diagnóstico médico, en el juicio o la sentencia en el saber jurídico, en el castigo y perdón en el saber confesional. Todas formas de configuración de un saber disciplinario (Aguilar, 2004).

Se requiere entonces una educación democrática que enseñe o debería enseñar a escuchar, a salirse de la escucha autoritaria y del sometimiento para  considerarla como una actividad política central que nos permita dar forma democrática a las relaciones con los otros (Aguilar, 2004).

Platón comienza La República con el reconocimiento de la centralidad de la escucha. Polemarco amenaza en broma con usar la fuerza sobre Sócrates y Glaucón si no aceptan quedarse con él en los festejos del Pireo. Sócrates sugiere otra alternativa, la de convencer a Polemarco de que los deje marcharse tranquilos. Pero Polemarco le aclara a Sócrates que no podrá convencerlo porque no está dispuesto a escucharlo. En ese momento interviene Glaucón y confirma que efectivamente sería imposible convencer a Polemarco si éste no está dispuesto a escuchar. Polemarco tiene clara la idea de que no escuchar es una forma efectiva del ejercicio del poder (Aguilar, 2004).

2. Escuchar es el riesgo de cambiar de opinión. La escucha es dialógica.

En muchas reflexiones del rol que deben jugar las minorías en los procesos sociales se suele considerar la dimensión emancipatoria ligada exclusivamente con tomar la palabra. Expresiones como «dar la voz a los que no la tienen», «hacer escuchar la propia voz», la necesidad de que los grupos oprimidos «encuentren su propia voz», y otras semejantes, son habitualmente levantadas como armas liberadoras. Y como contraparte, los roles de escucha están asociados con los grupos oprimidos mientras que los grupos sociales poderosos son a menudo los que no escuchan o los que silencian a otros. Lo que emancipa no es, pues, escuchar sino hablar, tomar la palabra. Se cree que la única manera de cuestionar el paradigma de los lugares tradicionales de escucha, el arrogante y el servil, es disponiéndonos a hablar.

De lo que se trata es de abandonar la relación directa entre escucha-opresión y palabra-emancipación. Ello implica resignificar el acto de escucha, mediante la generación de una no acción, para dejar surgir, es decir, se trata no poner obstáculos al proceso de articulación.

Las ideas aquí contenidas están en dos artículos de Mariflor publicados en la revista Carta Psicoanalítica. Nº4 del año 2004.

3. La escucha requiere paciencia. Acto que choca con las prácticas del poder.

Como dice Lacan, en nombre del paciente la escucha también será paciente. ¿Y como no ha de ser paciente si de lo que se trata es de destejer demorándose las comprensiones implícitas de sentido asentadas como capas geológicas?. Pero ¿cómo es este paciente dejar surgir? Es muy simple, consiste en la famosa regla fundamental de la “atención flotante”. Muy simple, pero la sola expresión marca una tensión y una dificultad: o se atiende o uno se dispersa y flota.

¿Por qué es tan difícil la atención flotante?. Hay que pensar quizás que a lo que la expresión «atención flotante» se refiere es a una atención multiplicada por el acto mismo de flotar, es decir, que el hecho de que tal atención sea “flotante” no reduce su intensidad sino por el contrario hace que prolifere, de tal manera que pueda prestarse atención no solamente al deseo en abstracto sino a su actualización en pausas, cortes,  discordancias, repeticiones, contradicciones, ecos, analogías.

4. Hacia una escucha no hegemónica.

El surgimiento de la singularidad es atendido en la escucha que propone el psicoanálisis, alternativa que puede y debiese exportarse hacia la teoría política (Aguilar, 2004). La escucha analítica va en el sentido contrario a la escucha social hegemónica puesto que no promueve la identificación abstracta con una totalidad que aplana las signularidades sino la identificación concreta con la propia historia.

Por otra parte y por último, así como la escucha analítica nos ilustra sobre el complejo proceso de cercamiento en la cura del objeto a, no simbolizado, donde se inscribe lo turbio, lo inquietante, lo terrible, también puede ilustrarnos sobre la importancia de prestar atención en el espacio social a territorios no evidentes desde la perspectiva de los códigos hegemónicos.

 

NOTAS.

«Oír es un fenómeno fisiológico; escuchar, una acción psicológica». (BARTHES, 1986: 243)

«(…) él (el analista) debe volcar su propio inconsciente, como un órgano receptor, en la dirección del inconsciente transmisor del paciente. Debe ajustarse al paciente como un receptor telefónico se ajusta al micrófono transmisor… el inconsciente del médico es capaz, a partir de los derivados del inconsciente que le son comunicados, de reconstruir ese inconsciente, que determinó las asociaciones libres del paciente». (FREUD, 1912: 115).

«Se debe instalar un modo de escucha para que el sufrimiento como condición y principio esencial de enfrentamiento con lo real sea tematizado en relación al afecto que provoca ‘que moviliza o paraliza al sujeto delante de lo real». (MENDES, 2014:14).

 

http://labiofisica-ug.blogspot.com/2015/08/la-audicion.html

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Escuchar:

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El auge de lo comunitario y el destierro de lo común